Testut y Otros Placeres

José David Layana
3 min readJun 11, 2024

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Estábamos repasando el Testut-Latarjet con sus cuatro tomos de Anatomía Humana y el Compendio de Anatomía Descriptiva cuando sentí la mano de Claudia sobre mi pierna. Mi cuerpo reaccionó de inmediato, formando un bulto duro dentro de mí sin poder evitarlo. Continué diciendo: “El triángulo de Calot es un plano quirúrgico delimitado por el conducto cístico, la vía biliar principal y la cara inferior del hígado,” mientras pensaba en cómo iba vestida ese día. Llevaba un pantalón color palo rosa y una camiseta muy ajustada que acentuaba sus senos. Su mano subió lentamente por mis muslos hasta llegar a mi pene, y en ese momento, un leve silencio se apoderó de mí. Empezó a frotar mi verga suavemente por encima del pantalón, y se endureció aún más.

“¿Dónde encaja el borde hepático?” preguntó, buscando mi mirada.

“Antiguamente, el triángulo de Calot se delimitaba por arriba por la arteria cística, por fuera el conducto cístico y por dentro el conducto hepático común. Sin embargo, para las cirugías es más práctico reemplazar el límite superior por el borde hepático, para así poder identificar la arteria cística y evitar su sección durante la cirugía biliar. Podemos decir que el primer triángulo es ‘anatómico’ y el otro ‘quirúrgico’,” respondí, negándome rotundamente a mirarla.

Los segundos se hicieron eternos. Su mano había desabotonado mi pantalón y ahora bajaba el cierre muy despacio.

“¿Y cómo realizamos la disección de las estructuras en el hilio vesicular?” preguntó con una voz tierna.

“Es preciso realizar una disección meticulosa y cuidadosa hasta identificar con precisión todos los elementos antes de seccionarlos. En ocasiones será necesaria la punción-aspiración de la vesícula biliar para poder agarrar su pared engrosada y rígida a fin de realizar una tracción adecuada,” respondí, cuando sentí el tacto suave de sus dedos. Ella tomó mi pene con firmeza y poco a poco fue aflojando. Mi sexo estaba erecto y muy caliente en comparación con el resto de mi cuerpo. Ella deslizó su mano hasta mis testículos, acariciándolos casi amorosamente.

“David?”

“¿Qué?”

“¿Qué sabes sobre Testut?” dijo, algo sonriente.

En ese momento, me costó mucho recordar quién había sido Testut. Antes de responder, quise observarla, quería saber por su mirada hasta dónde iba a llegar. Al girar el rostro, solo pude ver una parte de su cabeza que bajaba. Noté sus manos en mi cadera, agarrando mis pantalones y boxers, y creo que por inercia levanté el trasero para que ella pudiera bajarlos.

“Era un profesor de anatomía de la Facultad de Medicina de Burdeos,” lo dije con los ojos fijos en la pared de la habitación, sin ser capaz de mirar concretamente nada. En aquel instante, me percaté de la profundidad de su boca, la humedad de sus labios a lo largo de mi falo. Sentí el roce, la fricción dulce de su lengua. Ella cubría mi glande con algo más suave que sus manos, sus labios, y era delicioso sentir su boca mientras me apretaba las piernas con ambas manos.

“¿Qué más sabes de Testut, David?” preguntó, lamiendo mi glande.

Yo no quería nada con Testut, solo deseaba que continuara.

“¿Qué más, David?” Esta vez lo preguntó después de haber metido gran parte de mi verga en su boca, con una voz muy sensual.

“Nació en Saint-Avit-Sénieur,” respondí casi susurrando. Ella succionó mis testículos sutilmente, para luego repetir el ritual de segundos antes y recorrer mi pene con su boca mojada, dadivosa de placer, soberbia en su técnica, ayudada por la tersura de su mano. En algún momento dejé de hablar de Testut y ella se detuvo, moviendo ligeramente mi pene.

“¿Qué más, David?”

Sonaba cada vez más sensual y yo quería que continuara, así que comencé a inventarme cosas de Testut.

“Testut tenía un perro que se llamaba…”

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José David Layana

Guayaquileño de cepa, nietzscheano, católico de corazón. Gestiono proyectos y analizo datos para vivir. Escribo para que la muerte no tenga la última palabra.